Celestino Cesáreo Guzmán
El 2024 ha sido un año de tragedias y desafíos para Guerrero, marcado por una compleja combinación de factores que han generado constantes situaciones de crisis mal manejadas ante la opinión pública, con silencios o salidas en falso, que han mermado la imagen del gobierno de Guerrero, esto ha sido aprovechado para propalar rumores que sólo ahondan la inestabilidad que vivió la entidad en este complejo año que termina.
A falta de voces de la oposición, las divisiones internas de Morena, son las que resuenan, se han traducido en constantes golpeteos entre sus grupos, y en vez de remar en la misma dirección para llevar la nave a puerto seguro, llevan a la entidad a la deriva: su división está a la vista.
La actuación de grupos fácticos, ha contribuido de manera devastadora a la decadencia social, económica y política que se vive en la entidad. Guerrero, que históricamente ha sido un estado con grandes problemas, parece haber tocado fondo este año, enfrentando una de las crisis más severas en décadas.
La violencia ha trascendido el ámbito de la seguridad pública y ha afectado profundamente el desarrollo económico del estado. Guerrero ha sufrido un golpe directo a su principal motor económico: el turismo.
Acapulco, un destino que históricamente ha atraído a miles de visitantes, ha visto cómo la ocupación hotelera disminuye drásticamente debido a la percepción de inseguridad y también protestas sociales sin control.
Esto se ha traducido en una pérdida significativa de empleos en el sector, afectando a miles de trabajadores del turismo que dependen de esta noble actividad para su sustento.
Los constantes e impunes bloqueos en las principales avenidas de Acapulco, como la Costera, y las interrupciones en la infraestructura de la ciudad, causadas por la falta de respuesta ante las crisis derivadas de los huracánes Otis y John, también han contribuido a este desastre económico.
Los quebrantos de los comercios locales, que reportaron pérdidas millonarias, reflejan la parálisis del sector económico ante la falta de acción oportuna de las autoridades. La tolerancia ya es vista como debilidad y nulo gobierno.
La situación se ha complicado aún más, con los daños que los huracanes Otis y John causaron en el estado. El gobierno federal ha respondido con apoyos directos a los damnificados, han sido millones, mismos que si hubieran sido canalizados a la reconstrucción, a incentivar la economía local, otro sería el destino de Acapulco y de Guerrero.
El cierre de empresas, la pérdida de infraestructuras clave como el sistema de agua potable y el deterioro de las vías de comunicación han dejado a muchas comunidades en condiciones precarias, haciendo aún más difícil la recuperación. Por cierto en muchas partes del estado no hay señales de que pronto inicie la reabilitacion de puentes y caminos.
Con el cese de los apoyos federales y el escaso avance en la reconstrucción, el futuro económico de Guerrero se presenta sombrío. Las pequeñas y microempresas, que representan una gran parte de la economía local, han tenido que cerrar sus puertas, y las que siguen operando luchan por sobrevivir.
El 89% del presupuesto estatal está destinado a salud, educación y seguridad pública, lo que deja a las autoridades con pocas herramientas para enfrentar otras emergencias, como la reconstrucción de Acapulco o el apoyo a las pequeñas empresas afectadas por la crisis económica.
El 2024 también ha sido un año electoral marcado por la violencia política. El brutal asesinato del alcalde Alejandro Arcos Catalán y la situación que han vivido Acapulco, Taxco, Chilapa, Chilpancingo, Petatlán, Tecpan, Copala y Cuajinicuilapa, son sólo una muestra de una realidad que nos golpeó constantemente.
Sin embargo, aún con todo este panorama desolador, hay espacio para la esperanza.
Guerrero tiene una riqueza cultural y natural que, si se aprovecha correctamente, puede convertirse en un motor de su recuperación.
La ampliación de la vía Acapulco-Oaxaca, y la inversión en otros proyectos de infraestructura, pueden servir como catalizadores para el desarrollo de nuevas zonas turísticas y económicas en el estado. Pero esto no será posible sin un trabajo conjunto entre el gobierno federal, estatal y municipal, el sector privado y la sociedad civil.
Para ello, se debe garantizar la seguridad en todas las regiones del estado, restaurar la confianza en las instituciones y revitalizar la economía local.
El 2024 será recordado como un año de grandes pérdidas, pero también de lecciones dolorosas. La reconstrucción de Guerrero no será fácil, pero si el estado tiene la determinación de salir adelante, el 2025 puede marcar el comienzo de una nueva etapa, una en la que la violencia y la inseguridad sean derrotadas por la unidad y el trabajo conjunto de todos.