19/01/2025

¿Examen de oposición o de popularidad?

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¿Examen de oposición o de popularidad?

El voyerista

Alfredo Guzmán

La reforma al poder judicial ha generado posiciones diversas, como entendibles.

No hay forma de combatir la corrupción, que no sea por medio de la fiscalización por órganos que gocen de cierta autonomía de las instancias, que revisan.

¿Pero hay autonomía o independencia real en este mundo, cuando todas las decisiones dependen de quien gobierna? Eso es ficción.

Todo gobierno, se debe regular y su regulación debe ser creíble, aunque no hay forma de evadir los intereses del mismo poder.

Por ello, cuando un gobierno, busca credibilidad, hace que sus acciones sean avaladas socialmente.

 Hay varios mecanismos, ninguno escapa de la manipulación.

 Porque quien controla las decisiones es el propio poder.

La realidad establece que el poder no se comparte.

Quien gobierna, proyecta sus acciones y busca un aval social.

Aunque ningún gobierno, elige a su verdugo, sino a su aliado, para que se suponga que busca el respeto a la ley.

Y si la ley, se violenta con sus acciones, la modifica a sus necesidades.

Todos los gobiernos, manipulan sus decisiones a sus intereses.

La Por eso o para eso son las reformas a las leyes.

Y como hoy se busca establecer que la mejor forma de generar confianza y atacar la corrupción entre los que cuidan la aplicación de la ley, se vende y promueve la idea de que es mejor que sea la sociedad, quien determine quiénes serán los nuevos jueces, magistrados, ministros y demás, no hay mejor forma que elegirlos por mano alzada.

Así si hay corrupción en los organismos institucionales, quien se equivoca es la sociedad que los eligió y no el gobierno, quien orientó a que la sociedad tomara esa decisión.

Aunque al final, no se combata la corrupción, ni sea el mejor método eleccionario de que quienes resulten electos, los mejores, ni los más aptos para aplicar las leyes.

La corrupción es inherente a las decisiones de poder.

En todo gobierno, hay corrupción, aunque se matice.

 “Sí soy pero poquito” decía aquel edil famoso que aceptó ser corrupto.

Hoy la idea es que el pueblo manda, aunque haya mecanismos de manipulación, para hacer creer que así es.

 Aunque no sea.

Ayer como ayer, hoy como hoy.

Luego entonces, lo mejor es buscar que haya equilibrios y que las decisiones sean acordes con formas que permitan calificar la idoneidad en puestos de alta calificación académica y no formas donde el más famoso sea electo.

Los diputados, gobernantes, Senadores y Presidente de la República, hasta topiles, pueden ser famosos, pero no necesariamente eficientes en sus determinaciones

Un médico, arquitecto, ingeniero o profesionista, puede ser famoso porque sus pacientes se le mueren, se le caen sus obras, pero la sociedad los ubica por eso y no necesariamente sean los mejores, aunque hay mecanismos probados, para establecer quién es el mejor.

Esos mecanismos tienen que ver con la calidad, eficiencia, conocimiento y experiencia y no con la fama pública, que esa se construye, hasta en la cantina.

Queremos eficiencia en la aplicación de la ley o que quien la aplique sea un ignorante y la aplique, como le ordenen.

Enhorabuena.

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