Guerrero en el Primer Informe
Celestino Cesáreo Guzmán
Reconozco con seriedad y responsabilidad los avances que la presidenta Claudia Sheinbaum presentó en su Primer Informe de Gobierno. La reducción de la pobreza a nivel nacional y el fortalecimiento de políticas orientadas al reconocimiento y la justicia para los pueblos originarios representan pasos importantes hacia una transformación con sentido humano. Son logros tangibles que merecen ser reconocidos, pues expresan el compromiso social que, en muchos sentidos, es la visión clara y firme de la Presidenta de la República.
En ese mismo tenor, es justo señalar que en Guerrero también hay señales alentadoras derivadas del esfuerzo federal. Según datos del INEGI, más de 80 mil guerrerenses salieron de la pobreza en los últimos dos años. Ese avance no puede minimizarse. Es un logro que habla de voluntad, de políticas públicas bien orientadas y de una población que resiste y trabaja todos los días para superar la marginación.
Sin embargo, hay realidades que no pueden seguir siendo postergadas ni cubiertas con cifras parciales. La seguridad en Guerrero sigue siendo el gran pendiente. El miedo, la violencia y la impunidad siguen marcando la vida cotidiana de miles de familias. Y, cuando la violencia no permite caminar con libertad, ningún otro avance logra brillar.
A ello se suma una omisión grave e injustificable: Guerrero fue excluido de los Polos de Desarrollo que el gobierno federal anunció como parte de su estrategia de ordenamiento territorial ante el fenómeno del nearshoring. ¿Cómo explicar que un estado con costa estratégica, con un potencial logístico evidente, con pobreza estructural que requiere atención urgente y con una ciudad como Acapulco —ícono turístico mundial— no haya sido considerado? No se trata de un simple olvido técnico ni de un rezago accidental. Es, con toda claridad, un mensaje político que duele y que, si no se rectifica, profundiza una historia de exclusión que ya hemos vivido demasiadas veces.
En materia de infraestructura, el panorama es igual de preocupante. La ampliación de la carretera federal en la Costa Chica, proyecto clave para el desarrollo regional, avanza a paso lento. De acuerdo con la propia Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes, al mes de junio el tramo Salina Cruz–Zihuatanejo presentaba apenas un 15% de avance, y el de Toluca–Zihuatanejo, un irrisorio 2%. Esta lentitud no solo es frustrante, también es injusta.
Pero lo más alarmante, lo que verdaderamente lastima, es el abandono casi total de la red carretera estatal dañada por los huracanes Otis y John. Puentes colapsados, caminos sin reparar, obras detenidas o inconclusas en la Montaña, en la Costa Grande y en la Costa Chica son la viva imagen de un rezago que se agrava con cada temporada de lluvias. La resiliencia no se construye con buenos discursos, ni con spots, ni con informes bien redactados. Se construye con maquinaria en las comunidades, con asfalto en las brechas, con presupuesto etiquetado y ejercido de manera transparente y eficiente.
La situación ha sido tan evidente que el Congreso local se vio en la necesidad de exhortar formalmente a la SICT para que acelerara las tareas de rehabilitación. Si hubo que hacer un llamado institucional desde el Legislativo estatal, es porque el rezago no solo existe: ya es inocultable.
El país, como dijo la Presidenta, puede vivir un “momento estelar”, y celebro profundamente que así sea. Pero Guerrero no puede ni debe ser relegado al papel de espectador mudo de ese proceso. También nosotros tenemos derecho a participar plenamente en la transformación. También nosotros merecemos estar en la primera fila del desarrollo nacional.
Por eso reconozco los logros del gobierno federal. Pero también levanto la voz cuando las omisiones son evidentes, porque en la política la lealtad no puede estar reñida con la verdad. Y la verdad es que Guerrero no ha recibido el trato que merece ni en infraestructura, ni en seguridad, ni en salud, ni en educación, ni en desarrollo estratégico.
Porque, al final del día, más allá de los informes, lo que verdaderamente importa es si un campesino de la Costa Chica puede sacar su producto al mercado sin tardar cinco horas, si un maestro de la Montaña puede llegar seguro a su comunidad o si un turista encuentra carreteras dignas y seguras para volver a Acapulco, Ixtapa o Taxco.
La presidenta Claudia Sheinbaum Pardo no puede darse el lujo de repetir viejas injusticias regionales. Este segundo año de su gobierno debe representar, para Guerrero, el punto de inflexión. Porque ya no queremos más promesas: queremos resultados. Queremos justicia, desarrollo y presencia real.
Queremos que Guerrero deje de estar en el primer lugar de todo lo malo y, por fin, se coloque en el primer lugar de todo lo bueno. Nunca es tarde. Veremos.
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