¿Y Don Félix?
El voyerista
Por Alfredo Guzmán
Ver a los amigos irse en el tour con quienes ya llevaba compartiendo más de 22 días en ambientes diversos de los países de Europa, inscritos en mi memoria estudiantil, llegar al Coliseo Romano y sentir, “Yo ya estuve aquí, no sé si como esclavo, guardián, Senador, o lo que haya sido”, me enchinó la piel.
Caminar por los salones del Vaticano y emocionarte de ver los frescos de Miguel Ángel, ingresar al Louvre y sentir cómo las emociones corrían en mi piel, llegar a ver la Gioconda y ponerme a llorar. O pararme frente a la escultura de Victoria de Samotracia y sentir que se me caía encima, tantas emociones juntas y ahora en crisis, al no saber qué le pasó, dónde está o por qué no llegó a la salida hacia Viena, mi amigo Félix J. Romero, me abrumó.
Desde la llegada a Francia, y caminar por Campos Elíseos, el Arco del Triunfo de un imperio extinguido, pararte en la Concordia y sentir que la Revolución Francesa, estaba iniciando, subirme al metro y llegar a la Bastilla y gritar desde arriba “Viva le France” y sacar de onda a mis acompañantes.
Me dije, sereno, haré lo que pueda por encontrar una aguja en un pajar. Me dirigí al centro. Busqué una oficina de turismo y no la encontré, al menos no la vi. Llegué a lo que posiblemente era el ayuntamiento de Salzburgo y como pude me comuniqué con mi inglés de secundaria. Me acordé de una broma que yo hacía a las gringas en el zócalo de la ciudad de México, cuando les decía, “Hey you, mi ser of Acapulco” y soltaba la carcajada.
Me entendieron, o no, no lo sé. Di las señas, la edad, el nombre y las características de mi amigo, para si llegaba, le dijeran que habíamos salido hacia la siguiente parada. Él ya sabía la ruta y teníamos instrucciones de avanzar hacia la siguiente parada, para no entorpecer el tour.
Fui al Semefo, a varios hospitales y nada. Hablé con un agente policiaco, para ver si en el ínter no hubo, algún reporte por radio de atropellado, desmayado, perdido, o cosa parecida y nada.
Anduve desde las 17 horas, hasta las 22 buscando. Desesperado, se me ocurre hablar al hotel de Viena, para que me reportaran cómo fue su llegada y si no tenían alguna información nueva.
“Alfredo, queremos informarte que Don Félix, ya está acá, dice que se encontró en el puente del río a un amigo de Acapulco y se le pasó el tiempo. Anda preocupado por ti.”
Encabronado y no, busqué un taxi, para pedirle que me llevara a la estación de autobuses que me condujeran a Viena. “Please, go a estación bus, I ned go to Viena.”
Imagínense, en mi vida había utilizado el inglés, más que cuando le canté a Guadalupe Patricia, una pochita de 15 años, yo 18, que llegaba de visita a mi colonia desde Los Ángeles California.
El conductor, sonrió y me dijo, al menos eso entendí, que no había autobúses, sino trenes y que me lleva a los trenes.
Ya con el tiquet en la mano, me conduje a la sala de espera, un salón de 6 por 6 metros, donde había sillas y mesas. En el lugar había como 5 mujeres, según entendí eran Peruanas, que el verme entrar se pusieron de pie y una hasta me besó la mano.
Me quedé asombrado, pero entendí que mi vestimenta, les hizo creer que era un sacerdote, zapatos negros, pantalón negro, camisa sin cuello negra y saco color beig, sombrero, igual.
Azorado y sin palabras, me senté y agradecí la actitud de las mujeres y como que no era necesario aclarar lo que no era. Me quedé pensativo y diciendo para mi. No mames, Alfredo, mira qué cosas estas generando.
En eso que irrumpen 5 jóvenes en estado alterado y que nos gritan palabras, que buscaban impresionarnos y nos pedían, nuestras pertenencias.
Continuará…
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