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A un año del asesinato de Alejandro Arcos, Guerrero vuelve a estremecerse: matan a párroco de Mezcala

A un año del asesinato de Alejandro Arcos, Guerrero vuelve a estremecerse: matan a párroco de Mezcala

A un año del asesinato del alcalde Alejandro Arcos, ocurrido el 7 de octubre de 2024, Guerrero vuelve a estremecerse con un nuevo crimen de alto impacto: el hallazgo sin vida del sacerdote Bertoldo Pantaleón Estrada, localizado este lunes en un paraje del municipio de Eduardo Neri tras haber sido reportado como desaparecido el fin de semana.

Ambos casos, separados por exactamente doce meses, revelan la persistencia de un clima de violencia que no ha cedido, pese a los constantes anuncios oficiales de estrategias de seguridad y coordinación institucional. En Guerrero, las agresiones contra autoridades locales, líderes religiosos, defensores comunitarios y población civil se han vuelto frecuentes y alarmantemente impunes, configurando un patrón que exhibe la fragilidad de las instituciones encargadas de garantizar la paz.

La desaparición de Bertoldo Pantaleón fue reportada la mañana del lunes 6 de octubre por la Diócesis de Chilpancingo–Chilapa. El sacerdote de la parroquia de San Cristóbal, en la comunidad de Mezcala, municipio de Eduardo Neri, fue visto por última vez el sábado en Azcala, Cocula.

Horas después, autoridades estatales confirmaron su localización sin vida y trasladaron el cuerpo al Servicio Médico Forense para la necropsia de ley. El hallazgo del cuerpo fue confirmado alrededor de las 15:00 horas por autoridades ministeriales, en una zona cercana a Zumpango del Río, donde se mantiene un operativo de seguridad. Hasta el momento, la Fiscalía General del Estado no ha emitido información oficial sobre las causas de su muerte.

La Diócesis de Chilpancingo–Chilapa expresó públicamente su profundo pesar por el fallecimiento del presbítero Bertoldo Pantaleón, a quien describió como un hombre de fe firme, oración constante y servicio incansable.

A través de un mensaje difundido por la Santa Iglesia Catedral de la Santísima Asunción de María, destacó que “su vida sacerdotal fue testimonio de oración, servicio y fidelidad a Dios. En cada comunidad donde ejerció su ministerio dejó huellas de esperanza, palabras de consuelo y un ejemplo de auténtica vocación”.

El comunicado incluyó una cita de Santa Teresa de Calcuta: “El fruto del silencio es la oración; el fruto de la oración es la fe; el fruto de la fe es el amor; y el fruto del amor es el servicio”, palabras que, según la Iglesia, reflejan la forma en que el padre Bertoldo vivió su ministerio. La Diócesis llamó a unirse en oración por su eterno descanso y por el consuelo de sus familiares, amigos y comunidades donde desarrolló su labor pastoral. La noticia ha causado consternación entre la comunidad católica y los fieles de la región Centro de Guerrero, quienes encendieron veladoras y realizaron oraciones en memoria del párroco asesinado.

En un comunicado, la Secretaría de Seguridad Pública señaló que “no existen indicios que relacionen este hecho con la actuación de grupos delictivos”, apuntando a un posible hecho de carácter personal. Esta versión ha sido recibida con escepticismo por feligreses y activistas, quienes recuerdan que la violencia en Guerrero tiene raíces profundas y no puede explicarse con respuestas simplistas. Casos similares han sido tratados con el mismo discurso oficial que busca desligar la actuación del crimen organizado, a pesar de que amplias zonas del estado permanecen bajo su control.

La muerte del alcalde Alejandro Arcos sigue sin esclarecerse. Un año después de aquel ataque armado perpetrado en plena cabecera municipal, no existen responsables detenidos ni sentencias, a pesar de las reiteradas promesas de justicia.

Su asesinato, ocurrido en funciones, se convirtió en símbolo de la vulnerabilidad de las autoridades locales y de la falta de resultados tangibles en materia de seguridad. Guerrero ocupa de manera constante los primeros lugares en homicidios dolosos a nivel nacional. Las llamadas “mesas de seguridad”, el incremento de patrullajes militares y los operativos especiales no han logrado revertir la espiral violenta. Regiones como la Montaña, Tierra Caliente y la Sierra permanecen atrapadas en disputas entre grupos armados, mientras comunidades enteras viven entre el silencio forzado y la desprotección institucional.

Tanto el asesinato de un presidente municipal como el de un sacerdote trascienden el ámbito local: son ataques que golpean directamente estructuras de autoridad civil y moral, y evidencian que ni figuras públicas ni líderes sociales están exentos de los riesgos de operar en un estado con instituciones debilitadas y un tejido social profundamente erosionado por la violencia.

A pesar de las declaraciones oficiales que califican estos hechos como “aislados” o “personales”, la realidad muestra un patrón sostenido: crímenes de alto impacto sin esclarecer, investigaciones que no prosperan y una estrategia de seguridad que no logra proteger ni prevenir. Guerrero, una vez más, se enfrenta a la crudeza de su propia realidad: la violencia no se ha contenido, y la impunidad sigue siendo el común denominador.

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