Guerrero: una mirada al 2027: Celestino Cesáreo Guzmán
En Guerrero, las precampañas de las precampañas políticas ya empezaron, y con ellas los protagonismos, los golpeteos bajo la mesa, los destapes que no son destapes, las advertencias veladas y no tan veladas. Las acciones en el filo de la navaja están al día.
A dos años del proceso electoral de 2027, los movimientos empiezan a perfilarse con la misma mezcla de cálculo, emoción, nerviosismo, miedo y esperanza que caracteriza a este estado donde, aunque no debería, pasa de todo.
Morena, hay que reconocerlo, llega con ventaja, pero no con certeza. Gobernar y, al mismo tiempo, preparar la sucesión exige más que estructura y fuertes aspirantes: exige control político, liderazgo y temple frente a un factor que nadie quiere mencionar, pero todos reconocen: la violencia.
Hace unos meses lo señalamos: Félix Salgado va a jugar con todo y hasta el final; Beatriz Mojica, con sus números en las encuestas y sus tres campañas estatales, parece que nada la distrae en su ruta. Son quienes, a mi juicio, llegarán a la final. Esthela Damián juega su futuro en el poder central. Abelina López Rodríguez, por el poder que ejerce en el nicho de votos más grande del estado, es y será un factor clave. Por Morena, el resto se ha quedado muy atrás y se ve difícil que estén entre los punteros.
“Esto no se acaba hasta que se acaba”, dicen en la oposición. Por el PRI, Manuel Añorve camina solo en su partido: sabe jugar este ajedrez y maneja como pocos la emoción de las finales y los penales; solo los inocentes se llamarán sorprendidos.
Victoriano Wences Real, con 20 años de trabajo territorial, va a jugar a lo grande; solo que, para ser, también hay que parecer: falta que transforme su imagen de joven trabajador y buen gestor social en la de futuro gobernador.
El exitoso empresario Pedro Segura, independiente y controvertido, demuestra —por los hechos de los últimos días— que el factor sorpresa ayuda, pero se acaba. La política, como los maratones de 42 km, requiere algo más que arrojo: se necesitan las tres “p”: paciencia, prudencia, presencia y… mucha resistencia.
El PRD, relevante actor del pluralismo guerrerense, en su nuevo comienzo como partido estatal, decidió romper con el PRI y el PAN y retomar su vena histórica por la izquierda. Se prepara para llevar candidatos a todos los cargos de elección a disputarse en el territorio guerrerense.
La presidenta Claudia Sheinbaum ha trazado una línea que retumba en todos los rincones: “no se heredan los cargos públicos”. Es un mensaje que puede limpiar los excesos de un sistema donde las candidaturas se reparten por consanguinidad o compadrazgo. Pero también es una advertencia a los grupos locales que durante años se han protegido en la sombra. Si el principio se aplica con rigor, 2027 podría marcar el inicio de una nueva generación política: un relevo necesario.
Mientras tanto, la reforma electoral —entre la inercia y el rumor— amenaza con cambiar las reglas. En Guerrero, el IEPC ya avisó que su trabajo sigue: el árbitro no puede esperar a que el Congreso federal decida. Pero si la reforma prospera, la contienda se jugará con menos dinero, menos representación y más control centralizado.
Las mediciones de 2025 siguen dando a Morena más del 45 % de preferencia en Guerrero, pero el verdadero reto no está en la aritmética, sino en la integridad del proceso. La elección será un termómetro de la capacidad del Estado mexicano para garantizar que votar no sea un acto de riesgo.
El 2027 no será solo una disputa entre partidos, sino entre la legalidad y la sombra. Si Morena mantiene la unidad interna y logra mejorar la percepción ciudadana sobre la seguridad, ganará la elección sin sobresaltos. Si no, la política volverá a decidirse en la penumbra.
Guerrero ha demostrado que sabe resistir, pero también que los fantasmas del pasado regresan cuando el poder se debilita. La sucesión ya comenzó. El tablero se mueve. Y esta vez, la batalla no será solo por los votos, sino por el derecho mismo a ejercerlos. Veremos.
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