Credibilidad: la crisis de los partidos
Andrés Aguirre
México atraviesa una profunda crisis de representación. La ciudadanía sigue sin encontrar en los partidos de oposición una alternativa seria, real y confiable que actúe como contrapeso democrático y proponga soluciones a los grandes problemas del país. Esa oposición crítica por rutina, reactiva y sin visión, ya no convence. El desgaste de las viejas prácticas ha llegado a un punto en el que, más que cuestionar al gobierno, los partidos deben cuestionarse a sí mismos.
La sociedad mexicana está harta de promesas rotas. Hoy tenemos una ciudadanía más informada, más exigente y con mayor capacidad de expresión gracias a las redes sociales. Esta nueva realidad demanda partidos que escuchen, que salgan de las oficinas y recorran el país; que construyan desde la calle, no desde el escritorio. Los ciudadanos están enviando mensajes claros: no quieren más discursos vacíos, quieren acciones concretas.
Aunque hay un desencanto generalizado con la política, persiste una esperanza: la necesidad urgente de una oposición que se reinvente, que recupere su papel en la vida pública con propuestas serias y liderazgo creíble. Los partidos opositores deben entender que, en una democracia, su papel no solo es legítimo, sino necesario. Pero para ser relevantes, deben reconectarse con la sociedad y dejar de hablar solo entre ellos.
Los datos son contundentes. Según una encuesta publicada el 3 de marzo por El Financiero, la presidenta Claudia Sheinbaum tiene un 85% de aprobación. En contraste, el partido en el poder apenas alcanza el 41%. Es decir, hay un 59% de la población que no se identifica directamente con ese proyecto político. ¿Por qué la oposición no ha logrado capitalizar ese espacio? Porque no ofrece una alternativa confiable.
Otro indicador relevante: solo el 52% de los mexicanos cree que el país va por buen camino, mientras que un 41% piensa lo contrario y un 7% no sabe. Ese 48% que duda o desaprueba el rumbo nacional está esperando propuestas nuevas, no ataques repetitivos.
Y hay un mensaje aún más claro: en el estudio “Esperanzas y temores en el arranque del nuevo gobierno”, el 87% de los encuestados dice preferir una oposición que coopere para resolver problemas, y solo el 9% cree que debe centrarse en criticar. Este dato debería ser un parteaguas para los partidos opositores.
La ciudadanía manda señales, pero los partidos parecen dormidos. En la mayoría de encuestas hay una constante: un 41% de inconformidad con el gobierno, pero sin identificación con alguna oposición. La crisis de credibilidad no es del gobierno; es de los partidos que no han sabido sintonizar con la sociedad.
Por eso, urge una renovación real. La gente pide caras nuevas, propuestas frescas y liderazgo con legitimidad. Ya no hay espacio para simulaciones. La oposición debe asumir una actitud constructiva, dejar de ser una comparsa del pasado y convertirse en una fuerza propositiva.
Si los partidos opositores no reflexionan a fondo sobre las causas de su debilitamiento y no corrigen el rumbo, quedarán relegados al papel de espectadores sin posibilidad real de disputar elecciones. Y aunque hoy existe un liderazgo presidencial fuerte, consolidado en temas clave como la relación con Estados Unidos, eso no significa que no haya espacio para una oposición inteligente y útil.
Por el bien del país, es necesario que los partidos encuentren su identidad y recuperen la credibilidad. México necesita una oposición de verdad, no una sombra del pasado.
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