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Fallece Alejo Zavala, primer obispo de Tlapa y pastor de tiempos convulsos en Guerrero

Fallece Alejo Zavala, primer obispo de Tlapa y pastor de tiempos convulsos en Guerrero

Redacción

El obispo emérito Alejo Zavala Castro, figura clave en la vida religiosa y social de Guerrero durante más de dos décadas, falleció la madrugada de este domingo en la ciudad de Morelia, Michoacán, a los 83 años de edad. Su muerte marca el fin de una época para las diócesis de Tlapa y de Chilpancingo-Chilapa, donde dejó una huella profunda por su cercanía con los pobres, su firmeza pastoral y su mediación en tiempos de violencia y crisis social.

Zavala Castro nació el 31 de diciembre de 1941 en Galeana, municipio de Puruándiro, Michoacán. Fue ordenado sacerdote el 17 de diciembre de 1966 en la arquidiócesis de Morelia, donde inició un ministerio caracterizado por la sencillez y el trabajo pastoral en comunidades rurales. En 1992, el papa Juan Pablo II lo designó como el primer obispo de la nueva diócesis de Tlapa, en la región de la Montaña de Guerrero, una de las zonas más pobres y olvidadas del país.

Durante su labor en Tlapa, el obispo Zavala se convirtió en un referente moral y social. Le tocó acompañar a los pueblos indígenas en su búsqueda de justicia, enfrentar el desafío del narcotráfico incipiente en la región y mediar en conflictos comunitarios y políticos, siempre con un mensaje de reconciliación y paz. Desde su obispado impulsó la pastoral social y la formación de liderazgos comunitarios, convencido de que “la fe sin justicia es una fe incompleta”.

En 2005 fue trasladado a la diócesis de Chilpancingo-Chilapa, donde vivió años marcados por la expansión del crimen organizado y el incremento de la violencia en Guerrero. En ese contexto, Zavala mantuvo una voz prudente pero firme: llamó a las autoridades a no abandonar a las comunidades y pidió a los sacerdotes “no cerrar las puertas de los templos al dolor del pueblo”. También fue un actor clave en el diálogo entre Iglesia y Estado en los años más duros del conflicto social y político en el estado.

Su retiro fue aceptado por el papa Francisco en 2015, tras cumplir 74 años. Desde entonces vivió en Morelia, donde continuó oficiando misa y mantuvo contacto con sus antiguos feligreses. En vida dejó un mensaje grabado donde expresó su deseo de ser sepultado en Tlapa, la diócesis que él mismo fundó y donde, decía, “aprendí a amar la pobreza y la fe del pueblo guerrerense”.

“La madrugada de este 2 de noviembre, en la conmemoración de los fieles difuntos, ha vivido su pascua a la casa del Padre”, informó la diócesis de Chilpancingo-Chilapa en un comunicado, en el que agradeció “su testimonio de caridad y entrega como obispo al pueblo de Dios”.

El funeral se realizará en la Capilla de la Natividad, en Morelia, y posteriormente sus restos serán trasladados a Tlapa, cumpliendo su última voluntad.

Su partida deja un vacío en la Iglesia católica de Guerrero, pero también el legado de un pastor que enfrentó con serenidad las tempestades sociales, políticas y espirituales de su tiempo, y que supo sembrar esperanza donde parecía agotarse.

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