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Paquete Económico 2026: La hora de la verdad para Guerrero

Paquete Económico 2026: La hora de la verdad para Guerrero


Celestino Cesáreo Guzmán

El debate sobre el Paquete Económico 2026 no puede reducirse a un trámite legislativo más. Es, ni más ni menos, la hora de la verdad. Una ventana política y fiscal que obliga a reflexionar con seriedad sobre el destino de estados como Guerrero, donde las carencias sociales no se curan con aspirinas asistenciales, sino con políticas de desarrollo regional que detonen empleo, competitividad y justicia territorial.

La cifra proyectada para Guerrero en gasto programable asciende a 109 mil 466 millones de pesos, apenas un 3% más que el año anterior. Nuestra participación en el gasto nacional sigue estancada en 1.5%. Esa es la dura realidad: un presupuesto que no alcanza para revertir rezagos históricos que pesan como cadenas sobre nuestro pueblo.

Ante ese panorama, es indispensable retomar proyectos estratégicos que pueden cambiar el rumbo económico de la entidad. Uno de ellos es el puerto seco en La Unión, un nodo logístico que conectaría el corredor del Pacífico con el Bajío y el centro del país. No se trata de un lujo, sino de la llave que abriría a Guerrero las puertas del comercio global y del nearshoring.
Posponerlo una vez más sería seguir pateando la lata, condenando a miles de familias a la marginación.

Al mismo tiempo, urge redireccionar recursos con inteligencia. Es positivo invertir en la rehabilitación de la carretera Toluca–Ciudad Altamirano–Zihuatanejo, pero también es crucial dar continuidad a la ampliación de la carretera Acapulco–Zihuatanejo, que tiene un potencial turístico y económico mucho mayor.

En materia de salud, la omisión es dolorosa: la mayoría de nuestros hospitales requieren mejoras urgentes y abasto de medicamentos. No es justo que la salud de los guerrerenses siga dependiendo del bolsillo familiar. Lo mismo ocurre con los distritos de riego de Tierra Caliente y Costa Chica, desaparecidos del presupuesto a pesar de las promesas de rehabilitación.

En contraste, reconocemos los esfuerzos de reconstrucción en Acapulco tras los huracanes: se han anunciado más de 5 mil 197 millones de pesos a través de FONATUR, 800 millones para el programa Acapulco se Transforma Contigo y cerca de 9 mil 800 millones en proyectos carreteros. Son cifras importantes. Pero más allá de los anuncios, lo esencial es que cada peso se traduzca en resultados reales y participación ciudadana, no en elefantes blancos diseñados desde un escritorio.

Sin embargo, en el presupuesto nacional aparecen sombras inquietantes: recortes al medio ambiente (-0.7%), a CONAGUA (-1.2%) y a la seguridad pública (-14.6%). En un país golpeado una y otra vez por huracanes y sequías, recortar al medio ambiente es como apagar el faro en medio de la tormenta.
Ya en 2025 vimos las consecuencias de recortar 12% a la salud: miles de familias prolongaron su sufrimiento. Repetir ese error sería imperdonable.

Los supuestos macroeconómicos lucen optimistas —crecimiento de 1.8 a 2.8%, inflación de 3% y déficit de 3.6% del PIB—, pero son frágiles. Si esas metas no se cumplen, la frustración social crecerá y la credibilidad política se erosionará.

Por eso, el presupuesto debe ser un instrumento de desarrollo, no un catálogo de programas clientelares. Guerrero no quiere dádivas, quiere futuro. Guerrero no quiere migajas, quiere justicia.

Es claro que el Paquete Económico 2026 será una prueba crucial: o construimos un país con justicia social y desarrollo equilibrado, o seguimos condenando a regiones enteras a vivir al margen de la prosperidad nacional. Guerrero merece ser parte de la solución, no cargar eternamente con la etiqueta del atraso. Veremos.

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