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Tres informes: balance y contraste del poder en Guerrero

Tres informes: balance y contraste del poder en Guerrero

El informe de gobierno es un ritual que expone tanto los logros como las fragilidades de quienes ejercen el poder. Este año, los de la presidenta Claudia Sheinbaum y de la gobernadora Evelyn Salgado Pineda ya trazaron una ruta; el de la alcaldesa de Acapulco, Abelina López Rodríguez, previsto para este viernes, se anticipa como una prueba política en un puerto donde la gobernabilidad siempre pende de un hilo.

Sheinbaum optó por un tono sobrio y técnico, en contraste con los discursos grandilocuentes de otros tiempos. Presentó cifras alentadoras: reducción de homicidios, avances contra la desigualdad y una transición de la estrategia de seguridad hacia un modelo basado en inteligencia. Con una aprobación cercana al 80%, proyectó solidez institucional. Sin embargo, su relato omitió dos temas cruciales: el combate a la corrupción y el diálogo político. La ausencia de oposición en Palacio Nacional reforzó la percepción de aislamiento, mientras que sus proyecciones económicas —un crecimiento del 1.2%— contrastan con estimaciones oficiales mucho más prudentes. El optimismo, sin contrapesos, puede convertirse en vulnerabilidad.

En Guerrero, Evelyn Salgado presentó un informe marcado por la contundencia de las cifras: casi 9,500 millones de pesos invertidos en infraestructura social, programas como la Tarjeta Violeta para más de 23 mil mujeres y un estado ubicado entre los tres con menor monto observado por la Auditoría Superior de la Federación. La disciplina financiera es un logro notable en una entidad históricamente erosionada por la desconfianza. Aun así, la narrativa adoleció de falta de contraste crítico: sin participación ciudadana ni evaluaciones independientes, los avances corren el riesgo de quedarse en una colección de datos sin certidumbre pública.

La expectativa recae ahora en Abelina López Rodríguez. Su tercer informe no solo será un balance de gestión, sino también una oportunidad para recomponer la relación con sectores críticos del puerto. El antecedente de decisiones polémicas —como el cierre de negocios para actos oficiales— ha generado tensiones con comerciantes y ciudadanos que reclaman mayor sensibilidad institucional. La forma en que la alcaldesa elija rendir cuentas será tan significativa como el contenido mismo: en un Acapulco golpeado por la violencia y la precariedad económica, el mensaje político importa tanto como las cifras.

Comparados, los tres ejercicios sugieren una constante: la rendición de cuentas no se agota en la enumeración de logros, sino en la capacidad de abrir espacios de confianza. Sin crítica, sin diálogo y sin pluralidad, el informe de gobierno se convierte en un ritual vacío. México demanda más: no solo datos, sino la construcción de legitimidad democrática en cada palabra pronunciada.

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